Que é a ilustração (ou iluminismo) em nossos dias? Acaso é algo que já passou e pertence a outro século? Continuamos em uma menoridade autoimposta, como descreveu Kant? Artigo de David Toscana para Letras Libres:
El
clérigo Johann Friedrich Zöllner estaría muy olvidado por la historia
si no fuese porque en un artículo de 1873 se le ocurrió preguntar “¿Qué
es la ilustración?”. Si bien la fama no le llegó por preguntón, sino
porque a Immanuel Kant le vino en gana responderle con un ensayo. La
propia respuesta es un llamado a ilustrarse.
Ilustración es la ruptura del hombre con esa minoría de edad autoimpuesta. Tal minoría de edad viene de la incapacidad para usar la propia mente sin la guía de otro. La minoría de edad es autoimpuesta si no es provocada por la falta de entendimiento sino por la falta de audacia para utilizarlo sin guiarse por los demás. Sapere aude! ¡Ten valor para utilizar tu propio intelecto!, es el lema de la ilustración.
Este
párrafo que cito es el que citan todos los que hablan del ensayo de
marras. Valdría la pena que usted buscara el texto completo en alguna
librería o portal.
Kant
juega en dos pistas. Por un lado se acerca a definir “ilustración”, por
otro está jalando las orejas del lector para que se ilustre. “Pereza y
cobardía son las causas por las que tantos hombres continúan siendo por
su gusto menores de edad durante toda su vida”, y es que “es muy cómodo
ser menor de edad”.
Aprovecha
para comentar sobre la autoridad: “El monarca degrada su propia
majestad cuando mete las narices en los textos con que sus súbditos
tratan de clarificar sus propias opiniones; la degrada cuando pretende
someterlos al control gubernamental; y tanto peor si lo hace por
considerar que su criterio es superior”.
La
pregunta de Zöllner fue tomada por otros pensadores de la época, cuyas
respuestas no fueron tan relevantes como la de Kant. Optimistamente,
Karl Leonhard Reinhold, concluyó que “la naturaleza, para beneficio del
hombre, dispuso que el reino de la estupidez se destruyera a sí mismo, y
la parte más oscura de la razón humana tendrá que, al final y contra su
voluntad, impulsar la ilustración”.
Por
su parte, agarrando monte, Moses Mendelssohn resuelve que: “Una nación
educada no conoce otro peligro que el exceso de felicidad nacional, el
cual, como la más perfecta salud en el cuerpo humano, puede en sí misma
considerarse una enfermedad, o la transición a una enfermedad. Una
nación que, a través de la educación, ha llegado a la cima de su
felicidad está por esa misma razón en peligro del colapso, pues ya no
puede ascender a un punto más alto”.
Vaya
uno a saber si esta cima es alcanzable o si mucha salud es una
enfermedad; vaya uno a saber si la naturaleza dispuso que la estupidez
se destruyera a sí misma; en cambio sí suena razonable y hasta palpable
aquello que menciona Kant sobre la minoría de edad.
Como
grito de guerra, vale el Sapere aude!, pero hay que sumarle el délfico
“Conócete a ti mismo”, el socrático “Una vida sin examen no merece la
pena vivirse”, el “Tolle lege” de San Agustín y aquel “Leer, leer y ser
osado”, de Griboyédov.
¿Qué
es la ilustración en nuestros días? ¿Acaso algo que ya pasó y
perteneció a otro siglo? ¿Continuamos con una minoría de edad
autoimpuesta? ¿Esa minoría de edad es más infantil que en la era de
Kant?
Ilustración,
Enlightenment, Oświecenie, Aufklärung, en los distintos idiomas se hace
alusión a la idea de iluminar algo oscuro; en el original francés se le
llama Siècle des Lumières. No es un nombre espontáneo. Mucho antes de
Kant y Voltaire, el verbo “ilustrar”, en aquel poético diccionario de
autoridades, lleva las acepciones de “dar luz o aclarar alguna cosa, ya
en sentido espiritual de doctrina o ciencia”, también “inspirar o
alumbrar interiormente, con luz sobrenatural y divina”, o bien
“engrandecer, ennoblecer alguna cosa”.
Jeremy
Bentham escribió que “solamente el tiempo puede ilustrar a la
ignorancia”. De acuerdo, siempre y cuando se haga algo con ese tiempo,
pues el mero paso de los años agudiza la ignorancia. Los alemanes tienen
el proverbio: “Lo que no aprendió Juanito nunca lo sabrá Juan”. Los
motivadores dirán que siempre estamos a tiempo para algo. Más sensato,
en su “Lamentación de octubre”, Porfirio Barba Jacob escribió: “Pero la
vida está llamando, y ya no es hora de aprender… Pero la vida está
pasando, y ya no es hora de aprender… ¡Pero la vida está acabando, y ya
no es hora de aprender!”.
David Toscana (Monterrey,
1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de
Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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