O jornalista e historiador britânico Edmund Fawcett (que escreveu Conservatism: The Fight for a Tradition, e Liberalism: The Life of an Idea, entre outros - nenhumdeles traduzido no Brasil) concede entrevista a Daniel Gascón, de Letras Libres:
Edmund
Fawcett trabajó durante más de tres décadas en The Economist, donde fue
editor y corresponsal jefe destinado en Washington, París y Berlín.
Página Indómita ha publicado su libro Sueños y pesadillas liberales en
el siglo XXI (traducción de Roberto Ramos), una descripción de las
principales ideas liberales, un recorrido histórico y un análisis de sus
desafíos actuales.
UNO
DE LOS PROBLEMAS DEL LIBERALISMO TIENE QUE VER CON LA SEMÁNTICA Y LA
TRADUCCIÓN. NO ES LO MISMO EN UN LADO Y OTRO DEL ATLÁNTICO EN INGLÉS, NI
EN LA EUROPA CONTINENTAL. A VECES HABLAMOS DE UNA FILOSOFÍA POLÍTICA,
OTRAS DE UNA PRAXIS, OTRAS DE UNA FORMA DE ORGANIZACIÓN. ¿DE QUÉ
HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE LIBERALISMO?
Hay
un problema recurrente cuando hablamos de política y de perspectivas
políticas, especialmente entre gente bien educada y no digamos entre
profesores universitarios, que tienen un oído muy fino. Hay una grave
dificultad cuando vas al diccionario o la enciclopedia, y descompones el
liberalismo en muchas partes distintas. Es complicado, especialmente si
hablas en varias lenguas. En Estados Unidos el liberalismo tiene
algunas características y connotaciones, ciertas asociaciones que no
tiene en Europa. El liberalismo en Europa y en Francia, y en España,
posee unas connotaciones limitadas a lo económico que no tiene en otros
sitios. Hay que evitar distraerse con esos problemas verbales. Podemos
reconocer sin dificultad el liberalismo cuando lo vemos; podemos
distinguir las sociedades democráticas liberales de las que no lo son
sin ninguna dificultad. Sabemos qué es de lo que estamos hablando,
sabemos cómo están fallando las sociedades de la democracia liberal. En
mi libro intenté alejarme de las dificultades verbales del tipo: ¿qué
es, de qué hablamos, cómo podemos definirlo? Aborda directamente la
perspectiva liberal, lo que importa a los liberales y lo que deberían
estar haciendo, por qué les va mal.
DICE
QUE HAY CUATRO ELEMENTOS CENTRALES EN ESA VISIÓN LIBERAL: LA IDEA DE
QUE VA A HABER SIEMPRE CONFLICTO DENTRO DE LAS SOCIEDADES Y DE QUE ESTO
PUEDE SER BENEFICIOSO; LA DESCONFIANZA FRENTE AL PODER; LA FE EN EL
PROGRESO HUMANO; EL RESPETO CÍVICO. MUCHAS VECES SE LEEN PERSPECTIVAS
PARCIALES, CENTRADAS SOBRE TODO EN LA TRADICIÓN ANGLOESTADOUNIDENSE.
AQUÍ HABLA MUCHO TAMBIÉN DE FRANCIA Y ALEMANIA.
Por
supuesto, en países diferentes, en los últimos doscientos años, muchos
pensadores han hablado y escrito sobre política. Hay distintas
tradiciones nacionales y dentro de los países hay diferentes
tradiciones. En Estados Unidos y Gran Bretaña creemos que unas formas de
pensar tienen sus orígenes en la obra de los empiristas británicos,
como John Locke. De manera más reciente, el liberalismo adopta un
aspecto muy económico, queda confinado a lo que en Francia o en España
llaman neoliberalismo. En otras palabras, una idea muy estrecha que
presenta el libre mercado como algo soberano en todos los departamentos
de la vida. Son, por así decirlo, las distorsiones del liberalismo en
Estados Unidos. Pero en Francia o Alemania, en cambio, hay una
concepción más histórica de las ideas políticas, especialmente en
Francia. La tradición liberal es muy fuerte. Y es fácil olvidarlo,
porque la catástrofe que los alemanes trajeron al mundo a mediados del
siglo XX parece haber borrado casi cualquier otra cosa de la historia de
ese país. Pero si miras hacia atrás, a finales del siglo XIX y
comienzos del XX, había una profunda tradición liberal en Alemania que
influyó mucho a los europeos y a los estadounidenses, especialmente la
tradición alemana del, por así decirlo, socialiberalismo, el intento de
combinar una economía abierta con un Estado preocupado por la atención
social. Fue muy influyente en el Reino Unido y en Estados Unidos.
A VECES HAY UNA CARICATURA DEL LIBERALISMO QUE LO CONFINA A LA LIBERTAD ECONÓMICA. Y SE SUELE PENSAR QUE EL LIBERALISMO TRATA ANTE TODO DE LA LIBERTAD. USTED DICE QUE LA IGUALDAD TAMBIÉN ES UNA IDEA RECTORA.
Es
una caricatura decir que el liberalismo es sobre todo una cuestión de
la libertad. Los liberales de comienzos del siglo XIX se enfrentaban a
un mundo totalmente nuevo. Era el mundo del capitalismo, de enorme
crecimiento de la población y gran industrialización, donde la sociedad
se ponía patas arriba. Los primeros liberales buscaban el orden en un
increíble torbellino de cambio del que todavía no hemos salido: siempre
están buscando orden en la misma medida que libertad. Es una
simplificación enfatizar la libertad y olvidar lo demás. Tienes que
preguntarte: ¿libertad para quién, de qué, en qué aspectos?
La
izquierda hace esa caricatura del liberalismo como algo limitado a la
economía, la economía de Friedrich Hayek y Milton Friedman. Es una
visión muy destructiva, porque en cierto modo la izquierda y los
liberales son aliados naturales.
HABLA
DE LA IGUALDAD, DE LA DEFENSA DE LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES O DEL
ESTADO DE BIENESTAR, QUE A MENUDO HA SIDO IMPULSADO POR LOS LIBERALES.
Claro.
Un ejemplo es el National Health Service en el Reino Unido, que era una
idea de políticos liberales, especialmente Beveridge. En Alemania, el
Estado de bienestar fue una creación de políticos liberales a finales
del siglo XIX.
UNA DE LAS CARACTERÍSTICAS DEL LIBERALISMO, A SU JUICIO, ES LA CAPACIDAD DE VIVIR CON IDEAS EN TENSIÓN.
La
visión liberal de la sociedad es que siempre hay un conflicto. No es
una guerra civil. Pero siempre existe un conflicto de intereses
materiales, y todavía más de opinión. Esta visión de la sociedad
distingue a los liberales de sus dos grandes alternativas. Los
conservadores tienden a pensar en la sociedad como una unidad armoniosa.
Es una vieja imagen y, la verdad, no creo que la sociedad fuera nunca
así. Pero los conservadores apelan a este pasado mítico, con una
sociedad unida. Y hay una especie de llamado filosófico y teológico para
ir hacia allí. Esta es la imagen conservadora. Los liberales están en
un desacuerdo total. Dicen que la sociedad está en conflicto. Los
socialistas, en particular los que vienen de la tradición marxista,
miran hacia el futuro, y ven una sociedad unificada en fraternidad donde
hay armonía porque la desigualdad material ha desaparecido. Esto es
para mí una mitología. Los liberales creen que va a haber conflicto. No
significa que haya matanzas o guerra civil. La visión liberal de la
política es que la política trata de la gestión del conflicto. Es
discutir. Es reconocer que debates con gente con la que tienes profundos
desacuerdos, pero discutes, no intentas matarlos, aniquilarlos o
callarlos o silenciarlos. Esa es la imagen liberal de la política. En
cierto sentido, es muy aburrida. Ese es uno de los problemas del
liberalismo. Es muy razonable, muy adulto. Es un poco: “Sí, vale. Tienes
parte de razón y en parte estás equivocado.” Este es el tipo de frase
que irrita a los adolescentes cuando se la oyen a sus padres, o a sus
padres cuando se la oyen a sus abuelos. El liberalismo es muy aburrido.
Pero en realidad, cuando lo piensas bien, no hay otra manera decente de
hacer las cosas.
SE
REPROCHA A LOS LIBERALES, DICE, “LA FALTA DE PASIÓN”. USTED CREE QUE LA
ACUSACIÓN NO ES DEL TODO CIERTA. ¿SE PUEDE HABLAR DE UNA PASIÓN
LIBERAL?
Bueno,
me gusta pensar en mí como un liberal apasionado. Y esa pasión se puede
expresar de muchas maneras. Lo que los liberales necesitan hacer
políticamente, pensando en el presente, es ser mucho más afilados, más
cortantes y satíricos. Necesitan tener una idea más clara de la gente de
la que hablan y de cómo ven a las élites; necesitan estar mucho más en
contacto. Es una cuestión de estilo. Muchos políticos liberales, tanto
en el centroderecha como en el centroizquierda, tienen mucha educación,
tienen doctorados, han estado en escuelas de posgrado. Y han perdido la
capacidad retórica para conectar políticamente, y les derrota gente como
Donald Trump, como Boris Johnson, que han desarrollado un instrumental
mucho más afilado.
¿QUÉ POLÍTICO LIBERAL CONTEMPORÁNEO SERÍA UN BUEN EJEMPLO?
Angela
Merkel, una liberal conservadora, combina cierta pasión y exactitud.
Quizá tenga que ver con su formación científica. Posee un elemento
directo, una especie de autoridad intelectual que llega aunque no sea
especialmente ingeniosa. Margaret Thatcher sí era ingeniosa, aunque
fuera, a mi juicio, muy destructiva en muchos sentidos. Sin embargo,
tenía una gran claridad mental, dicción y atractivo político. En este
momento, los liberales parecen bastante desarbolados. Obama tenía un
gran sentido del discurso, nos llevaba a todos al borde de las lágrimas.
Y no quito valor a eso. Pero no era tan bueno en la cuestión diaria o
semanal. Los liberales andan escasos de modelos.
SE ELOGIÓ A LA PRIMERA MINISTRA NEOZELANDESA JACINDA ARDERN TRAS EL ATENTADO TERRORISTA. PERO ES UN PAÍS PEQUEÑO Y LEJANO.
Pensaba
en los países que aparecen más en el libro. Por supuesto, es mucho más
amplio, podríamos hablar de otros. El corazón sigue siendo Estados
Unidos, el Reino Unido, Francia y Alemania. Si la democracia liberal
sobrevive ahí, sobrevive. La primera ministra de Nueva Zelanda hizo algo
maravilloso, que tiene que ver con lo que decíamos antes de política,
pasión, lenguaje y discurso. Hizo un gesto totalmente elocuente al
ponerse el velo. Vale por mil discursos. Tras ese horrendo ataque
nativista a los fieles musulmanes, ella dice: “Quiero que sepáis que
sois de los nuestros.” Necesitamos políticos así.
EN LA EDICIÓN ESPAÑOLA AL PRINCIPIO APARECE LA DESCRIPCIÓN DE LA VISIÓN LIBERAL, LA HISTORIA. Y LUEGO ABORDA LA CRISIS ACTUAL DEL LIBERALISMO.
Hay
un gran problema en Europa y Estados Unidos. Ocurre algo en política
que es difícil de explicar. Hay muchos libros que hablan de la crisis de
la democracia liberal. Quizá soy complaciente o demasiado optimista.
Pero necesitamos distinguir dos formas de problemas. No estamos en
Santiago de Chile en 1973, en Petrogrado en 1917, en Berlín en 1933 o en
París en 1870. Nos enfrentamos a dos cosas. Por un lado, los profundos
problemas políticos, sociales y económicos. Y en segundo lugar, lo que
podríamos llamar una crisis de la clase política. Los partidos de
centroderecha y centroizquierda se ven desafiados. Y eso es algo que el
liberalismo puede afrontar. No es una crisis estructural. Vox, afd, el
Rassemblement National o Trump no tienen a mi modo de ver una estructura
política alternativa plausible. Este es mi lado complaciente.
¿Y EL PESIMISTA?
Los
graves problemas sociales que afrontamos. No tengo una solución para
ellos. No he escrito un libro de medidas políticas. Hay problemas
económicos que son seculares, transformaciones de las estructuras en el
trabajo. Hay problemas profundos en Europa y Estados Unidos de igualdad
social, crecientes desequilibrios. Hay un grave problema ambiental. Por
no hablar del crecimiento geopolítico de potencias no liberales, en
especial China. No pretendo tener nada mágico, nuevo o particularmente
original que decir sobre estos retos. Lo que pretendo decir es que
deberíamos afrontar los problemas concretos lo mejor que podamos y
deberíamos dejar de preocuparnos por el futuro de la democracia liberal.
Eso me parece una distracción.
CUANDO
HABLA DE LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS DICE QUE LA CUESTIÓN NO ES TANTO LA
DESIGUALDAD COMO LA RUPTURA DE UN CONTRATO SOCIAL, LA PRECARIEDAD, ETC.
“Desigualdad”
se refiere a muchos problemas distintos. El primero, el más urgente, es
la cuestión de la necesidad. El objetivo de la ocde mide la pobreza
absoluta y no relativa. La absoluta ha crecido en los últimos diez o
quince años, sobre todo desde la crisis fiscal. Está mal. Nuestras
sociedades son lo bastante ricas para afrontar eso. Hay grandes
dificultades en los sistemas de bienestar que hemos tenido desde hace
casi cien años para tratar con la pobreza. No discuto eso. Pero no es
algo aceptable. Probablemente no afecta a más del 20% y no es muy
importante políticamente, porque los muy pobres tienden a no votar. Es
un grave problema social. Hay otro tipo de problemas con la desigualdad,
en el extremo más elevado: no entre los muy pobres y los muy ricos,
sino entre los muy ricos y los algo menos ricos, entre los
ultramillonarios y las clases medias. Esto es importante políticamente.
Esta gente se acostumbró a progresar, a tener cosas como una buena
universidad, un buen hospital. Esas cosas quedan fuera del alcance de
una gran parte de la clase media en el sentido europeo y la ira y la
decepción política que eso crea es grave. Así que un problema económico
es antes que nada de equidad: es inaceptable y hay que afrontarlo. En
segundo lugar está el resentimiento de la clase media, que es
políticamente peligroso, pero quizá tenga menos que ver con la equidad.
EL
LIBERALISMO HA SUFRIDO MUCHAS AMENAZAS. AHORA HAY UNA PREOCUPACIÓN POR
EL POPULISMO, QUE USTED DEFINE COMO UN ESTILO DE JUSTIFICACIÓN POLÍTICA.
Tiene
que ver con la idea liberal de que la sociedad está dividida. El
populista dice: “Créeme, porque yo hablo por el pueblo.” El pueblo es un
ser mitológico: no existe. Lo máximo que tienes es un voto, quizá del
60 o 70% del electorado, que en sí es una proporción más pequeña de la
población total en cualquier caso. Es un error, un mito. Nunca
deberíamos escuchar a nadie que diga hablar por el pueblo, y los
populistas siempre hablan en su nombre.
HABLA
DE LA UNIÓN EUROPEA COMO UN GRAN EXPERIMENTO LIBERAL. EN LAS ELECCIONES
RECIENTES VIMOS EL RETROCESO DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES DEL
CENTROIZQUIERDA Y EL CENTRODERECHA, PERO LOS POPULISTAS FUERON
CONTENIDOS, Y SUBIERON LOS LIBERALES Y LOS ECOLOGISTAS, QUE TAMPOCO
RECHAZAN LOS PRINCIPIOS LIBERALES.
Es
un gran proyecto histórico. Tiene graves dificultades en este momento,
en parte porque se extendió muy deprisa y no ha encontrado una forma de
gestionar el euro. Otra dificultad es que mucha gente, a menudo también
sus enemigos, la presentan como una gran burocracia. En realidad lo que
impulsa la Unión Europea son los gobiernos nacionales. Y si observas los
gobiernos, en los últimos veinte años o así han sido de derechas o
conservadores. Cuando la izquierda en particular ataca la Unión Europea
por ser un club capitalista, en parte de lo que se queja no es de la
estructura de la Unión. Se quejan de la complexión política de los
gobiernos que la han dirigido en los últimos veinte años. De nuevo, las
grandes preocupaciones sobre el futuro son una especie de distracción.
Si hubiera más gobiernos de centroizquierda, y es un gran condicional,
el carácter de la Unión sería distinto. Dicho esto, veo las dificultades
de gestionar una semifederación de 27 o 28 países. He dicho 27 o 28
porque el Reino Unido todavía no se ha ido. ¿Se tirará por el acantilado
y se irá? Espero que no.
EL
REINO UNIDO DEFENDIÓ LA AMPLIACIÓN EN EL ESTE Y LA IDEA DE SUBRAYAR EL
ELEMENTO ECONÓMICO DE LA UNIÓN Y SOSLAYAR EL ASPECTO MÁS POLÍTICO.
Muchos
británicos no entienden la sensación de perplejidad y agravio que
muchos europeos tienen, con razón, hacia el Reino Unido, y su
comportamiento en los últimos veinte años. Yo he trabajado en Bruselas,
en Alemania, en Roma. Tengo algo de implicación emocional. En los
noventa los británicos presionaron para extender la Unión Europea,
presionaron para incrementar el número de países, por el mercado único,
por el movimiento de personas, servicios y capitales. Y entonces un
pequeño fragmento de un partido empezó a quejarse amargamente de las
consecuencias, es decir, la inmigración y la creciente fuerza de la
Unión Europea. El Reino Unido ha votado para abandonar una entidad
política en cuya creación se ha esforzado mucho. Es irracional: deja
perplejos a los demás europeos, y desde luego a mí. De nuevo, soy
optimista y quizá complaciente. Creo que no habrá brexit. Pero me parece
que está al 50%.
MUCHAS VECES SE HA DICHO QUE TRAS LA DERROTA DEL COMUNISMO, EL LIBERALISMO SE VOLVIÓ ARROGANTE, SOBERBIO.
1989
fue un momento extraordinario: el fin del comunismo soviético, la
ruptura del bloque soviético. Muy pocos lo esperaban. Muy pocos
esperaban que la Guerra Fría terminase de forma tan pacífica. Alemania
fue decisiva para asegurar que todo ese proceso fuera pacífico. Y fue
uno de esos grandes acontecimientos benéficos, tan tranquilo que ahora
todo el mundo lo ha olvidado. Fue un gran éxito. Por otro lado, sigue
habiendo grandes problemas.
La
geopolítica no desapareció de repente. Fue parte de la hubris posterior
a 1989: pensar la geopolítica ha terminado. Ahora tienes el ascenso de
China, la reacción de Rusia, la presión sobre Europa. También había
hubris en la negación de los profundos problemas económicos que
afrontaba Occidente. Los noventa fueron una década económicamente
exitosa. Pero la liberalización económica, como todo, tiene sus costes.
Ese coste se vio en 2008 con el crash financiero. Y los liberales
continúan equivocándose si no entienden las quejas populares que hierven
contra el centroizquierda y el centroderecha.
LOS
AVANCES TECNOLÓGICOS PUEDEN CAMBIAR LA ESFERA PÚBLICA Y TAMBIÉN EL
MUNDO DEL TRABAJO. OTRO EFECTO ES LA CUESTIÓN DE LOS MONOPOLIOS. ES OTRA
VIEJA PREOCUPACIÓN DEL LIBERALISMO. ¿CÓMO DEBE ADAPTARSE PARA AFRONTAR
ESTOS CAMBIOS?
Es
muy importante. Hay un elemento que es el crecimiento de compañías
enormes, monopolísticas, la competición contra el trust. Una apuesta
liberal clásica es intentar romper grandes compañías y crear más
competición. Es una tarea que nunca termina. Ocurrió en Estados Unidos a
finales del siglo XIX, por ejemplo. Por otro lado, en el mundo de las
empresas, grandes compañías crean un monopolio con vieja tecnología y
luego llega una nueva tecnología. Y esas grandes compañías se rompen.
Ocurre una y otra vez y enlaza con la idea de que, desde el punto de
vista del liberalismo, la política es primordial. Siempre habrá una
tarea que hacer en ese terreno para los liberales. Y es fácil decirlo.
Pero ¿cómo te diriges a una compañía como Microsoft o Facebook? Vemos
ahora cómo lo está intentando la Unión Europea.
DICE QUE EL LIBERALISMO HA TENIDO DIFICULTADES HISTÓRICAS CON EL NACIONALISMO.
El
nacionalismo es un peligro. En parte puedes culpar a los liberales
porque en el siglo XIX querían crear la nación. Tiene que ver con lo que
comentábamos al principio: los liberales querían libertad, también
querían orden, y uno de los tipos de orden que buscaban era el orden
nacional. Querían un mercado unido, reglas comunes, un Estado central
fuerte con autoridad en todo el territorio: eso era la nación. Y querían
que la nación fuera gobernada indirectamente por la gente que vivía en
ella. Todo esto era liberal. Eso era el nacionalismo del siglo XIX. Y
por supuesto, ahora tiene un aspecto diferente. Si creas oponentes,
aparecen otras naciones con conflictos y dificultades. La creación de un
solo pueblo nacional genera la posibilidad del populismo, de apelar a
la gente como si fuera algo unido, unánime, armonioso. De modo que el
nacionalismo es en sí bastante complejo. Tiene elementos liberales y
antiliberales. Y ahora vemos por toda Europa una regresión hacia los
elementos antiliberales, que enfrentan unos países con otros. Es algo
que la Unión Europea –ahí reside la ventaja histórica– pudo superar
después de cien años horrendos, cuando causó calamidades a sí misma y al
mundo y acabó aprendiendo de su mal comportamiento. Decidió salir de la
unidad nacional, evitar las consecuencias de esa competición
nacionalista.
CUANDO
HABLA DEL NACIONALISMO HABLA TAMBIÉN DE LA IDENTIDAD. COMO EL
NACIONALISMO, TIENE DOS CARAS. POR UN LADO, EL LIBERALISMO INTEGRA OTRAS
SENSIBILIDADES DE UNA MANERA QUE OTRAS CONCEPCIONES POLÍTICAS NO
PUEDEN. PERO, ADVIERTE, “SI LA IDENTIDAD ES INTERPRETADA EN UN SENTIDO
DIVISIVO E INDIVIDUALISTA COMO ALGO QUE DEBILITA O RECHAZA LA CIUDADANÍA
COMÚN Y LA MORAL POLÍTICA COMPARTIDA, ENTONCES SUPONE UNA AMENAZA PARA
EL LIBERALISMO DEMOCRÁTICO, PUES ATACA SUS RAÍCES MISMAS”.
Tiene
un padre bueno y un padre malo. El bueno es la idea de la no
discriminación. En la vida pública no importa que yo sea blanco, negro,
judío, musulmán, hombre, mujer, otra cosa. Ese es un principio liberal
decisivo. ¿Cuál es el mal padre? Ser esas cosas va a tener una
significación en la vida pública y tiene una importancia vital que yo
sea varón o británico. Esto me parece peligroso políticamente. Soy
consciente de que hablo como alguien que ha tenido muchos privilegios.
Soy un varón blanco, anglosajón y educado, y para mí es más fácil decir
que esas insignias identitarias no son importantes. Si fuera de otro
modo, quizá me importarían. Soy consciente de ese problema cuando hablo
de esa concepción que presenta la identidad como un elemento soberano.
Esa idea de la identidad acabaría destruyendo la visión de que todos
somos ciudadanos, no pequeños grupos identitarios. No es así. Somos
ciudadanos unidos.
HABLA
DE LO QUE PODRÍAMOS LLAMAR VERSIONES DOGMÁTICAS DEL LIBERALISMO. JOHN
GRAY HA ESCRITO SOBRE UN GIRO UTÓPICO TRAS EL FIN DE LA GUERRA FRÍA Y HA
DENUNCIADO LO QUE LLAMA ULTRALIBERALISMO, ESA REACCIÓN INTOLERANTE EN
LOS CAMPUS ESTADOUNIDENSES.
John
Gray es un caso interesante. La política es muy difícil: es un barullo,
y en cierto modo es terriblemente aburrida. Es mucho más fácil hacer
dos cosas. Por un lado, empezar a hablar de palabras y dividirlas. Por
otro, encontrar un enemigo, un adversario, especialmente si es tonto. La
política de los campus en Estados Unidos constituye un enemigo
maravilloso. Cuando yo era joven también era tonto. John Gray es muy
hábil a la hora de encontrar exageraciones y absurdos.
OTRA VERSIÓN DOGMÁTICA, MÁS INFLUYENTE, ES LA QUE DECÍA QUE EL ESTADO SIEMPRE DEBE SER MÁS PEQUEÑO.
El
dogmatismo del libre mercado, que es todavía peor, porque tiene más
consecuencias. Es más efectivo y más adulto. Y de nuevo, como
comentábamos antes, no creo que todo el liberalismo sea eso. Reducir el
Estado desde los años ochenta, culpar al gobierno como fuente de todos
nuestros problemas es enormemente destructivo.
“NINGÚN
ESLOGAN HA HECHO MÁS DAÑO A LA SOCIEDAD QUE EL QUE REZA ‘EL GOBIERNO ES
EL PROBLEMA’”, ESCRIBE. LA FRASE QUE CITA ES DE LA TOMA DE POSESIÓN DE
REAGAN COMO PRESIDENTE.
Reagan
era muy divertido. Tenía muchas frases buenas. Decía que las ocho
palabras más aterradoras eran “Soy del gobierno y he venido a ayudar.”
Los liberales de derechas llevan treinta o cuarenta años al frente de
gobiernos. El gobierno tiene muchos problemas. Pero culparlo de todas
las dificultades que tenemos es tremendamente disruptivo. Parte de la
razón tiene que ver con las elecciones profesionales. En los años
sesenta y setenta personas educadas iban a trabajar para el gobierno.
Con el crecimiento de las finanzas, se volvió posible para gente muy
educada ganar mucho más dinero y prestigio fuera del gobierno. El
prestigio del gobierno no ha dejado de disminuir. La competencia se ve
afectada. Hay grandes dificultades. Pero criticarlo como ha hecho el
liberalismo de mercado ha sido muy destructivo.
ES
MUY ABIERTO EN EL LIBRO A LA HORA DE HABLAR DE LIBERALISMO. POR
EJEMPLO, LE CRITICARON POR DECIR QUE SARTRE ERA UN SEMILIBERAL.
Lo
señalaron muchos reseñistas. Como dices, no escribí que fuera liberal.
Dije que tenía un temperamento liberal. Con esto quería decir que se
ponía del lado de David contra Goliat, siempre quería ir a luchar con
algún enemigo más grande. Y eso es un instinto liberal bastante bueno.
Su obra filosófica más importante, El ser y la nada, es una especie de
himno al individuo soberano, una causa liberal. Me criticaron porque en
muchas otras cosas no era liberal. Por otro lado, para mí la idea más
importante del liberalismo es que considera que las sociedades están en
conflicto y que el debate es la única manera de hacer política. Y para
tener debate necesitas desacuerdo, oposición. Esto creo que es cierto
dentro del propio liberalismo. Siempre tendrás a gente discutiendo sobre
quién es el dueño del liberalismo. Nadie lo es. Mi liberalismo es una
carpa muy grande.
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Es autor de El golpe posmoderno (Debate, 2018).
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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