BLOG ORLANDO TAMBOSI
Só falta criar uma secretaria de Hrmonia com a Natureza, ironiza José Carlos Rodríguez em artigo publicado pelo Instituto Independiente:
Hay
un despacho que forma parte de las subdivisiones de un ministerio, y en
cuya puerta se lee el cartel Dirección General de Diversidad Sexual y
Derechos LGTBI. Suena tan orwelliano como una subsecretaría de Armonía
con la Naturaleza, o una Agencia Española de Ciudadanía Responsable y
Aquiescente. Mas, formando parte de un Ministerio de Igualdad, ¿qué cabe esperar?
En
un país libre, una oficina tal no tendría más ocupación que la de
recibir la prensa diaria, repartir subvenciones a organizaciones amigas,
y organizar un akelarre a la hora del café. Entiendo que el día a día
puede llegar a ser tedioso en un ministerio sin nada que hacer.
Quizás
para sacudirse el tedio, la DGDSDLGTBI ha publicado un tuit para
conmemorar, por qué no, la muerte de Federico García Lorca, ocurrida
hace 85 años. Para hacerlo, la ha acompañado de una foto en la que
aparece acaramelado en los brazos de su gran amigo, Salvador Dalí. Al
verla, me acordé de las fotos de Cary Grant con Randolph Scott en
Malibú, pero por otro lado me costaba creer lo que veían mis ojos.
Lo
que veían, claro, era una burda manipulación. La cara de García Lorca
tapaba la de Gala, a la que abrazaba nuestro genial pintor surrealista.
Acompañaban al collage el mensaje “Hay cosas encerradas dentro de muros
que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo”,
un extracto de Yerma. Completaba el tuit unas palabras del propio
ministerio: “Hoy, en el 85 aniversario de Lorca, ya es hora de gritarlas
y llenar las calles” (la corrección de la puntuación corre de mi
cuenta).
Todo
un Ministerio ha manipulado una fotografía para recrear en el lenguaje
de las redes sociales la homosexualidad de Lorca. La verdad es que sus
preferencias sexuales es un asunto que le atañe a él y a sus amistades, y
a lo que llamamos cultura, que no es otra cosa que la visita
sentimental a nuestro pasado. Pero el Ministerio, claro, hace de las
preferencias sexuales un asunto de políticas públicas. Lo personal es
político, la política corrompe, y la política ideológica corrompe
absolutamente.
Realmente,
¿qué necesidad había de manipular una foto, si hay varias que muestran
la amistad entre Lorca y Dalí? Parece que la amistad no es un valor
relevante aquí. Lo personal es político, pero ¿qué propósito político
puede servirse de la amistad de Lorca con personalidades de “la derecha”
como Salvador Dalí o José Antonio Primo de Rivera?
Es
una anécdota, lo sé. Asumimos que los políticos, pero también los
organismos oficiales, mienten. Por algún motivo, si bien nos quejaríamos
si la calle estuviese permanentemente tomada por la basura, aceptamos
con resignación, con naturalidad incluso, que el espacio público de
debate es intransitable por lo contaminado que está.
Esa
derrota cotidiana bien merecería una reflexión, pero lo que me inquieta
ahora es la reconstrucción del pasado. Para una persona, la pregunta de
quién es siempre es difícil de responder. Pero, aunque lo que somos va
cambiando con el tiempo, es inevitable que en la respuesta a esa
cuestión se haga mención a su pasado.
Lo
mismo ocurre con las comunidades políticas. No es necesario caer en el
antropomorfismo para darse cuenta de que la formación de una idea sobre
qué es ese yo colectivo sólo se puede responder desde la historia. Si
somos españoles, participamos entre muchas otras cosas de un sujeto vivo
con numerosas capas del pasado. De algún modo nos vemos reflejados en
la Reconquista, el Descubrimiento de América, el Siglo de Oro, la Guerra
de la Independencia o la Guerra Civil. Participamos de la expulsión de
los judíos y de la Escuela de Traductores de Toledo. De Don Julián y
Antonio Pérez, como de Recaredo o Gonzalo Fernández de Córdoba.
La
historia es una escritura para un presente que se extiende durante
décadas. Mira siempre al futuro, aunque escriba el pasado. La Historia
más honesta tiene siempre que responder a la pregunta quiénes somos. Y
la imagen de nosotros nos lleva inevitablemente a preguntarnos quién
queremos ser. Por eso hay una conexión inevitable entre Historia y
Política, aunque sea en algún sentido honorable de esta última palabra.
La
situación cambia si de lo que hablamos es de la sustitución de la
comprensión de la realidad por la ciega aplicación de una ideología. El
mundo posmoderno ha llegado al convencimiento de que no puede llegar a
conocer lo que acaezca, lo que sean las cosas, lo que seamos nosotros,
por lo que es vano continuar con el empeño de la filosofía desde sus
orígenes en la Grecia clásica. Como el lenguaje no puede referirse a
nada que podamos conocer, estudiemos al propio lenguaje como accidente
social y como instrumento de manipulación, de acción política. De ahí la
importancia del “relato”, y en particular del relato sobre nuestro
pasado.
La
Historia como ideal de conocimiento se convierte en un obstáculo, y le
sustituyen dos estrategias políticas: la ocultación y la manipulación.
En realidad son la misma, pues el ciudadano común, si le interesa la
Historia, querrá calmar el horror vacui del paso por el Colegio con una
pequeña o mediana biblioteca. El resto necesita cubrir los agujeros en
su comprensión del pasado, y es ahí donde entra la política para cubrir
ese vacío con parches diseñados políticamente. Píldoras que alteran la
conciencia y deforman la percepción de la realidad.
Sólo
la percepción generalizada de que el debate público está manipulado
resta eficacia a ese empeño. Pero mientras asistimos al riesgo de que la
política sacrifique la Historia.
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