Em resumo, aparentemente a maioria chilena decidiu suicidar-se e deixar de lado os avanços rumo a uma sociedade livre para retroceder à tribo. Artigo do professor Alberto Benegas Lynch (h), publicado pelo Instituto Independiente:
Antes
he escrito sobre lo que sigue pero ahora revive a raíz de los últimos
acontecimientos. En las presentes circunstancias, estimo de gran
importancia distinguir aspectos de la rebelión del 11 de septiembre de
1973 en Chile. En primer término, la justificación al derecho de
resistencia tan caro a las tradiciones liberales, contemporáneamente
desde Sidney y Locke, a la Declaración de la Independencia
estadounidense que enfatiza que si cualquier forma de gobierno atenta
contra las libertades de las personas, “está en el derecho de la gente
alterarlo o abolirlo e instituir un nuevo gobierno”. Lo mismo había
ocurrido en Inglaterra con la sublevación contra Jacobo II y,
posteriormente, contra el despotismo español en Sudamérica, la invasión
aliada contra Hitler o la sublevación de Castro contra Batista (aunque
este último contragolpe resultara mucho peor que los golpes del régimen
anterior a las instituciones republicanas).
Salvador
Allende ganó las elecciones con el 36.2% de los votos, esto es, 1.3%
más que el segundo candidato, Jorge Alessandri. Como no obtuvo la
mayoría necesaria, la Democracia Cristiana, como tercera fuerza, le
otorgó el apoyo en el Congreso, al primero. Recordemos que como han
destacado los Giovanni Sartori de nuestra época, la esencia de la
democracia radica en el respeto a los derechos. En este sentido ha
consignado Benjamin Constant que “la voluntad de todo un pueblo no puede
hacer justo lo que es injusto” y Juan González Calderón ha señalado que
“los demócratas de los números ni de números saben pues se basan en dos
ecuaciones falsas: 50%+1%=100% y 50%-1%=0%.”
Una
vez en el poder, Allende estableció relaciones diplomáticas con Cuba,
Alemania Oriental, Corea del Norte y Vietnam del Norte, y anunció su
propósito de modificar la Corte de Justicia, ya que juzgaba que adolecía
“de parcialidad de clase” y también al Congreso, eliminando su
estructura bicameral y amenazó con clausurarlo si continuaba con “su
actitud obstruccionista”, a pesar de haber votado la modificación
constitucional -con carácter retroactivo- para proceder a expropiaciones
masivas de la propiedad privada.
Comenzaron
las “tomas” violentas, la inflación fue del 500% en su primer año de
gobierno, los controles de precios produjeron faltantes de prácticamente
todos los bienes. Además, desórdenes cotidianos que incluían matanzas
impunes y un estado de zozobra generalizada, puesta de manifiesto en
crecientes marchas multitudinarias opositoras, como la de diciembre 1 de
1971.
El
propio Eduardo Frei declaró al diario italiano Corriere della Sera
(reproducido en El Mercurio, el 30 de marzo de 1973) que el país era “un
carnaval de locura” y que se encaminaba a “un régimen totalitario
marxista”. Incluso, en el editorial del New York Times de junio 25 de
1973 se lee que la política de Allende “dominada por su coalición
marxista insiste con políticas y tácticas que aceleran la polarización y
empujan a Chile al abismo”, todo ratificado en su asidua
correspondencia con Fidel Castro y sus conocidas confesiones a Regis
Debray.
En
este clima de prostitución y degradación de los principios más
elementales de la democracia se produjo la sublevación de marras,
ampliamente justificada por los espíritus libres. El segundo aspecto que
debe distinguirse, sobre el que he escrito reiteradamente, es el a
todas luces injustificable e inaceptable manejo de la guerra
antisubersiva, dando lugar a la bochornosa y repugnante figura de los
desaparecidos con el consecuente rechazo a debidos procesos, en
ausencia, incluso, de juicios sumarios y actas con responsables. Por
último, nada ni nadie civilizado, en ninguna circunstancia, puede
aceptar la apropiación de dineros públicos para usos personales.
Sin
perjuicio de otros aspectos que son propios del periodo en cuestión, en
estas líneas queremos dejar sentada nuevamente nuestra posición
respecto de estos capítulos que tiñen la historia chilena y también el
historial de Occidente, al haberse rescatado a nuestros hermanos de la
implantación de otro Gulag y, al mismo tiempo, sirve de lección para
alertar una vez más de los daños irreparables de los abusos del poder.
De
todas maneras en medio del desbarajuste inaceptable que dejamos
consignado el régimen abrió la posibilidad de un llamado a elecciones y
también se introdujeron casi de contrabando y a contracorriente del
resto algunas ideas que iban a sentar las bases de posibles aperturas
que en modo alguno justifican lo dicho más arriba pero que debe tomarse
nota pues estas fueron en gran medida ratificadas y confirmadas por
gobiernos constitucionales posteriores.
En
este cuadro de situación -tal como he señalado antes- de un tiempo a
esta parte irrumpe la denominada Revolución Molecular inspirada por
autores como Michel Foucault y Jacques Derrida que refuerzan la tesis
gramsciana con la adulteración del lenguaje en el contexto de mostrar lo
innecesario de liderazgos ya que cada cual opera pertrechado en fuertes
convicciones marxistas para proceder en consecuencia.
En
este contexto es que se han producido reiterados incendios en sentido
literal y figurado en Chile que apuntan a arrasar con la parte buena de
las instituciones republicanas como, por ejemplo, el sistema de
pensiones que si bien es mejorable en cuanto a que cada uno debe poder
usar y disponer el fruto de su trabajo como le venga en gana, constituye
un paso adelante salir del quebrado y fraudulento sistema de reparto
para ir a la capitalización. Ahora deciden reformar la Carta Magna.
En
resumen, aparentemente la mayoría chilena ha decidido suicidarse y
dejar de lado los avances hacia una sociedad libre para retroceder a la
tribu. Una pena, lo cual no significa que claudiquen las muchas reservas
morales del país hermano.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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