Conselhos do professor Alberto Benegas Lynch (h) para os liberais, via Instituto Independiente:
La conclusión de esta
nota periodística es que nosotros los liberales tenemos que hacer mejor
nuestros deberes. En lugar de despotricar porque otros no aceptan el
liberalismo, tenemos que esforzarnos por pulir el mensaje. Y como
tendemos a ser más benévolos con nosotros mismos que con los demás, esta
reflexión calma los nervios y nos obliga a un trabajo más intenso.
Permutamos la crítica por la autocrítica.
Veamos este asunto
por partes. Hay varios grupos de personas que no aceptan el ideario
liberal y que están consubstanciados con las propuestas estatistas donde
el Leviatán se entromete en las vidas y haciendas ajenas. Esos grupos
son básicamente tres. En primer lugar hay quienes toman el asunto como
una religión, como un dogma de fe, son los que están obcecados con su
ideología. Como es sabido, la ideología en su acepción más generalizada
es algo cerrado, terminado, inexpugnable. Es la antítesis del espíritu
liberal, por definición una postura abierta, siempre en la punta de la
silla en consonancia con que el conocimiento tiene la característica de
la provisionalidad atento a posibles refutaciones.
Un segundo
conglomerado está conformado por los oportunistas que lo único a que
apuntan es a hacerse del poder sin mucho trámite. Se ubican en el lado
estatista porque es lo conducente para sus fines. No están interesados
en el derecho, más bien patrocinan pseudoderechos, es decir, la
capacidad de apoderarse del fruto del trabajo ajeno a través del uso de
la fuerza.
Una tercera
clasificación está integrada por los honestos intelectualmente que creen
que la mejor solución estriba en las intromisiones de los aparatos
estatales. Tengo buenos amigos liberales que provienen de las filas
socialistas que lo han hecho todo con la mejor buena fe, personas
inteligentes que se han percatado de su error. Han sido y son
intelectuales de fuste que en general han simpatizado con el pensamiento
del marxista Antonio Gramsci en cuanto a que la faena principal
consiste en el debate de ideas puesto que como consignaba aquél autor
“tomen la educación y la cultura, el resto se da por añadidura”. Para
nuestros propósitos, son clave los procesos educativos abiertos y en
competencia.
Casi todos ellos han
sido persuadidos por tres autores clave: Ludwig von Mises al explicar
que el socialismo es un imposible técnico puesto que al debilitar la
propiedad privada se distorsionan los precios y, por ende, se bloquea la
contabilidad, la evaluación de proyectos y en general el cálculo
económico. También han sido persuadidos por Friedrich Hayek respecto a
la necesaria dispersión y fraccionamiento del conocimiento en lugar de
concentrar ignorancia en supuestos planificadores y, ante todo, las
aseveraciones de Wilhelm Röpke en cuanto a la preeminencia de valores
éticos de respeto recíproco.
Ahora bien, estimo
que los esfuerzos de los liberales deben dirigirse a este tercer grupo
que si no se logra convencer es solo y exclusivamente por nuestra
incapacidad manifiesta en trasmitir un mensaje atractivo, bien
argumentado y consistente.
Pienso que una buena
receta para corregir las deficiencias es el perseverar en mejorar cada
clase que dictamos, cada charla en la que participamos, cada libro que
publicamos, cada ensayo y artículo que parimos. Entonces, el modo
efectivo de difundir los valores y principios de la sociedad abierta
(para recurrir a terminología popperiana) es el hacer mejor nuestros
deberes y revisar y volver a revisar nuestro mensaje puesto que si la
idea no avanza es nuestra culpa y responsabilidad ya que estamos frente a
personas honestas intelectualmente que quieren lo mismo que nosotros, a
saber, el progreso moral y material de nuestros semejantes, muy
especialmente el de los más débiles y desamparados.
Hay que prestar la
debida atención a los experimentos recientes que ha vivido la humanidad,
por ejemplo lo ocurrido en la Alemania oriental frente a la occidental,
para no decir nada de situaciones tremebundas como la cubana y las
dictaduras de nuestra región enmascaradas o no en el voto. No se trata
de certezas sino de razonamientos abiertos al debate.
A los estudiantes hay
que trasmitirles un equilibrio imprescindible en la extraordinaria
aventura del pensamiento. Reza el adagio latino: ubi dubium ibi
libertas, es decir, donde hay duda hay libertad. Si todas fueran
certezas no habría necesidad de elegir, de decidir entre opciones, de
preferencias entre medios diferentes y para el logro de fines
alternativos. El camino ya estaría garantizado, no se presentarían
encrucijadas. No habría acción propiamente dicha. Por ello resulta tan
sabio el lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, esto es,
no hay palabras finales, estamos en un proceso de prueba y error en un
contexto evolutivo.
Considero que una
buena definición de liberalismo es la que surge de un pensamiento de
Cantinflas: “Una cosa es ganarse el pan con el sudor de la frente y otra
es ganarse el pan con el sudor de el de enfrente”.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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