Carlos Rodríguez Braun observa que os chamados progressistas costumam
estar unidos contra Uber, Cabify e Amazon, isto é, contra aquilo que
conduz ao acesso dos consumidores a uma gama maior de serviços e
produtos a um melhor preço:
Siempre ha habido personas que sospecharon del progreso. Lo que
caracteriza a nuestro tiempo es que ahora esos reaccionarios se
autodenominan progresistas.
Todas las innovaciones tuvieron detractores, que no eran gente
imbécil sino gente que valoraba más los inconvenientes de dichas
innovaciones que sus beneficios, o que defendía grupos de interés, o que
rechazaba el abaratamiento de los bienes y los servicios, o que
simplemente estaba en contra de la libertad. Digamos, los que apreciaron
en la imprenta más su capacidad de multiplicar la mentira que de
extender la lectura y el saber; o los que atacaron el ferrocarril para
proteger a las empresas de diligencias; o los que denigraron el libre
comercio de alimentos ignorando que el proteccionismo beneficia a
productores ineficientes pero perjudica a la gran masa de personas
trabajadoras, empobreciéndolas con alimentos más caros; o los que se
opusieron a los mayores derechos y libertades alegando que el pueblo no
estaba preparado para disfrutar de una libertad mayor. Toda esa gente,
como digo, existió, pero jamás se nos ocurriría incluirla dentro de los
amigos del progreso.
Ahora veamos lo que hacen hoy los llamados progresistas. Algunos
—como los comunistas y podemitas— están en contra del libre comercio, es
decir, apoyan medidas que objetivamente perjudican a la mayoría de “la
gente”, sin pensar que igual están incurriendo en alguna contradicción.
No les parece chocante que, al hostigar el comercio libre, coinciden
puntualmente con los fascistas y la extrema derecha.
La izquierda se ha unido en su combate contra el coche privado,
manteniendo a los pobres extramuros, y favoreciendo a los ricos con sus
coches eléctricos, mientras se hostiga a Uber y Cabify. No parece muy
progresista, como tampoco lo parece el temor reaccionario de la
izquierda ante el progreso técnico, y cómo vuelven los luditas a lanzar
mensajes alarmistas contra los robots.
Leí en El País
un texto representativo de ese progresismo reaccionario, titulado: “¿Es
ético comprar en Amazon?”. En realidad, las comillas sobraban, porque
el texto invitaba a responder que no, y sugería que somos irresponsables
comprando en una empresa que brinda bienes y servicios buenos y
baratos, pero que en realidad es un peligro y paga pocos impuestos, lo que es falso.
El artículo terminaba con un tono de superioridad moral: “Habrá que
pensar antes de dar de nuevo a ese clic”. No parece progresista.
La izquierda en masa aplaude las subidas de impuestos, cuando son las
trabajadoras las que sufrirán por ello. Warren Sánchez y sus secuaces,
por ejemplo, no pueden ignorar que la subida del diésel por culpa de su
política fiscal empobrecerá a millones de trabajadoras. Alegan que lo
hacen por razones ecológicas, pero jamás se les ocurre confiar en las
mujeres y los hombres libres, sino en políticos y burócratas. El último
éxito de éstos, por cierto, es una reforma de los alquileres que
reducirá su oferta y presionará los precios al alza. Y lo llamarán
progreso.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 27 de diciembre de 2018. (Instituto Cato).
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