Carlos Alberto Montaner
escreveu este artigo antes das eleições mexicanas, que consagraram o
candidato populista de esquerda Lopez Obrador, esclarecendo que o México
tem pouco a ver com a América Latina: tem sua riquíssima história
pré-colombiana, seus mitos, sua cozinha, sua literatura. E seus próprios
desastres ideológicos, agora agravados:
Este artículo no
podrá ser publicado en México en estos días. Las elecciones son el
domingo primero de julio y desde el jueves se ha declarado la veda. El
propósito es no influir en los votantes que, supuestamente, meditan
sobre a quién elegirán presidente. En realidad, la gran preocupación
nacional es el mundial de fútbol y el hecho de que México tiene
oportunidades de ganarlo.
¡Qué medida más
estúpida! En tiempos de su majestad Internet todo eso es inútil. Desde
hace varios días el 99.99% de los electores tomaron su decisión. Las
encuestas dan como ganador a Andrés Manuel López Obrador de MORENA –AMLO
para los mexicanos- con el 45% de intención de votos, seguido muy de
lejos por Ricardo Anaya (PAN-PRD) con el 19, y José Antonio Meade del
PRI con apenas el 15. La diferencia es tan grande que, si hubiera habido
una segunda vuelta, AMLO derrotaría claramente a Anaya.
¿Por qué México se
mueve hacia la izquierda, contra el péndulo imaginario, si casi toda
América Latina parece desplazarse en la otra dirección? Probablemente,
porque AMLO, pese a ser un político del sistema (ha militado en el PRI y
en el PRD), tiene algunos de los atributos del caudillo outsider,y la
inmensa mayoría de los mexicanos están cansados de unos políticos
tradicionales incapaces de aliviar los gravísimos problemas de la
creciente violencia y de la gran corrupción.
También, porque
México es un país poco relacionado con América Latina. Tiene su
riquísima historia precolombina, su virreinato colonial poderoso, y su
historia republicana sin Bolívar y sin San Martín. Tiene su cocina, sus
mitos, su literatura, su cine, su música, y, en definitiva, su rica y
variada cultura propia al servicio de los casi 130 millones de mexicanos
que viven en el país y muchos de los 40 radicados en Estados Unidos.
A lo que se agrega un
fenómeno notable: la única nación extranjera que realmente influye en
la mentalidad social mexicana es Estados Unidos. No obsta que éste le
cercenó de dos tajos la mitad del territorio. Primero Texas en 1836, y
luego el resto del suroeste de Estados Unidos, incluida California, 10
años más tarde.
Ni España, que es el
pasado distante de los gachupines, ni América Latina, con quien el país
comparte la lengua y muchos de los rasgos de una común identidad legada
por la Madre Patria, están presentes en la vida cotidiana de los
mexicanos. La obsesión mexicana es Estados Unidos.
Recuerdo que, tras
participar en un seminario con Samuel Huntington en Harvard, organizado
por Larry Harrison, en el que el pensador americano mostró su
preocupación por la fuerte presencia mexicana en el oeste del país, dado
que eventualmente podrían tratar de vincularse a México, me invitaron a
dar una conferencia en Monterrey. Cuando terminé, expliqué y pregunté
por la conjetura de Huntington.
Mis anfitriones se
echaron a reír. ¿Ni Huntington ni yo habíamos oído hablar del mundo
Tex-Mex, muy rico en expresiones culinarias y musicales? Era al revés:
lo que podría ocurrir, según ellos, era que algún día el norte de México
pidiera su anexión a Estados Unidos. Existía, dijeron, una fuerza de
atracción muy intensa desde Texas que hacía que los regiomontanos se
sintieran emocionalmente más próximos a la cultura tejana que a Ciudad
México.
En definitiva, ¿quién
y por qué le temen a AMLO? Le temen, con razón, los empresarios y los
niveles sociales altos. El miedo proviene de su inveterada adicción a
prometer subsidios. Los rasgos populistas de AMLO despiertan el terror
de los grupos empresariales y de los inversionistas nacionales y
extranjeros. Va a disparar el gasto público hasta niveles terribles.
Muchos suponen que
podría ser otro Hugo Chávez. No lo creo. No parece tan tonto. Sospecho
que elegirá otra modalidad del desastre, pero menos severo. Acaso como
fue el primer periodo de Alan García, o los tiempos iniciales del
segundo Rafael Caldera, hasta que la realidad le hizo rectificar.
Lo lamentable es que
su mandato coincidirá con el de Donald Trump. Un populista de derechas y
un populista de izquierdas reforzarán mutuamente sus peores instintos.
En todo caso, Trump debe estar pensando en agregarle diez metros a su
muro fronterizo y AMLO en que nada hará para detener a la riada de
emigrantes. El choque de trenes está servido.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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