Juan Ramón Rallo,
diretor do Instituto Juan de Mariana, escreve sobre as distinções
existentes entre os liberais, observando um ponto extremamente
importante: o liberalismo é uma filosofia, não uma ideologia. Com os
leitores, "A casa dos liberais":
El liberalismo es una
filosofía política fundamentada sobre el valor de la libertad
individual: un enfoque moral que busca descubrir cuáles son las
instituciones sociales que contribuyen a garantizar la coexistencia
pacífica de los planes de acción de cada una de las personas. Se trata
ésta de una definición minimalista del liberalismo que prácticamente
cualquier liberal puede compartir. Ahora bien, precisamente por tratarse
de una definición minimalista —y porque su aplicabilidad a situaciones y
contextos diferentes no es siempre ni automática ni evidente—, es del
todo normal que los liberales discrepemos sobre multitud de asuntos,
tanto en aspectos esenciales como en cuestiones contingentes.
Así, en cuestiones
esenciales podemos encontrarnos, por ejemplo, con liberales (normalmente
denominados “liberal-conservadores”) que consideran el respeto a la
tradición recibida —incluso a costa de renunciar a ciertas parcelas de
la libertad individual— como parte estructural e indispensable de
aquellas instituciones que, en última instancia y a largo plazo,
permiten salvaguardar la libertad individual; pero también con otros
liberales (normalmente denominados “liberal-progresistas”) que
consideran que determinadas tradiciones pueden conculcar las libertades
personales tanto (o, en algunas ocasiones, incluso más) que los propios
Estados y que, en consecuencia, deben ser sometidas a un análisis moral
crítico aun reconociendo nuestras inerradicables limitaciones cognitivas
para conocer todas las consecuencias no intencionadas de nuestras
decisiones.
Asimismo, otras
cuestiones esenciales disputadas dentro del liberalismo brotan a partir
de un desencuentro metapolítico: dónde y cuándo empieza la personalidad
jurídica. Si, por un lado, consideramos que sólo los seres humanos
pueden ser sujetos de derecho, entonces inevitablemente habrá que
posicionarse en contra de los denominados “derechos de los animales”; en
cambio, si modulamos el reconocimiento de personalidad jurídica en
función de la heterogénea capacidad de agencia de los distintos entes,
entonces cabrá reconocer (aun limitadamente) ciertos “derechos
animales”. Si, por otro lado, juzgamos que la personalidad jurídica
arranca con la existencia de vida debido a su potencialidad de agencia
—aun cuando carezca de capacidad de obrar presente—, entonces será
coherente reconocerle al nasciturus el derecho a la vida (y repudiar el
aborto como un asesinato); si, por el contrario, condicionamos la
personalidad jurídica a otra métrica que vuelva no sólo posible sino muy
probable la materialización futura de capacidad de agencia (por
ejemplo, un determinado nivel de desarrollo embrionario), entonces el
derecho a la vida no arrancaría con la existencia y, en consecuencia, el
aborto sería permisible dentro de ciertos límites.
Los desacuerdos no se
producen, claro está, sólo sobre materias esenciales, sino también en
asuntos mucho más contingentes. Por ejemplo, aun cuando un liberal pueda
posicionarse en abstracto a favor del derecho de secesión política,
puede oponerse a la independencia de Cataluña tal cual se desarrolla en
las condiciones actuales (quiebra institucional unilateral del
ordenamiento jurídico español; promoción de la secesión por formaciones
nacionalistas y, por tanto, liberticidas, etc.); a su vez, por supuesto,
un liberal también puede defender la independencia de Cataluña a pesar
de aquellas circunstancias que podrían volverla desaconsejable (de la
misma manera que puede defenderse la libertad de expresión o de
pensamiento a pesar de que vaya a instrumentarse para defender ideas
liberticidas).
A su vez, habrá
liberales que expresen públicamente su apoyo a la presidencia de Donald
Trump por cuanto juzguen que, de todas las opciones electorales posibles
para EEUU, ésta era la menos lesiva para la libertad individual; y, por
el contrario, también habrá liberales que consideren un error
estratégico mostrar algún tipo de complacencia intelectual hacia una
presidencia nacionalpopulista aun cuando verdaderamente fuera el mal
menor (trasladado al ámbito nacional: ¿deben los liberales mostrarse
entusiasmados con Ciudadanos aun siendo males menores a Podemos?).
Con todos estos
ejemplos no pretendo caer en una desgracia de relativismo liberal según
el cual todas las posturas resulten igualmente válidas o acertadas. No:
tan sólo pretendo ilustrar que es del todo razonable que los liberales
discrepemos en multitud de cuestiones aun compartiendo una misma visión
sobre cuáles deberían ser los principios fundacionales de nuestras
comunidades políticas.
El Instituto Juan de
Mariana nació con el propósito, tal vez muy ambicioso pero no por ello
improcedente, de convertirse en la casa de todos los liberales de habla
hispana. Con tal objetivo en mente, es obvio que el Instituto siempre ha
acogido con normalidad y tolerancia intelectual las muy diversas
visiones acerca de qué es y cómo debe desplegarse el liberalismo: si
cerráramos el acceso al Instituto sólo a algunas corrientes liberales,
entonces no sólo devendríamos representantes de una facción concreta
dentro del liberalismo, sino que asfixiaríamos el debate ideológico
interno que tan necesario resulta para perfilar sostenidamente las ideas
y los ideales del liberalismo.
De ahí que el
Instituto Juan de Mariana siempre haya hecho gala, y vaya a seguir
haciéndolo, de una exquisita imparcialidad entre las distintas
corrientes liberales: no es que los integrantes del equipo directivo no
exhibamos posturas, en ocasiones muy marcadas y contundentes, con
respecto a muchas de las polémicas anteriores; es que no debe
confundirse la opinión que muchos mostramos a título personal con el
posicionamiento institucional del Instituto. Como directivos nos
sentimos orgullosos de estimular un debate en el que participen aquellas
ideas de las que, como intelectuales, discrepamos.
En 2017, los miembros
del Instituto hemos debatido hasta la saciedad sobre multitud de
cuestiones controvertidas. Y en 2018 lo seguiremos haciendo: porque las
ideas no sólo deben ser divulgadas, sino continuamente repensadas a la
luz de nuevos argumentos y de nuevas evidencias. Sólo así podremos
honrar nuestra meta de convertirnos en la casa de los liberales.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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