Alberto Benegas Lynch (h) escreve, no Instituto Independiente,
sobre a profusão de cotas que aparecem em diversos países. É o ridículo
adeus ao mérito, acompanhado de louvor à discriminação de todo os
tipos:
Se ha
puesto de moda la idea de las cuotas para acceder a cargos políticos,
para aplicar a estudios universitarios y para empleos en ámbitos
empresarios. La moda en nuestro país por ahora ha quedado en el primer
rubro, mientras que en otros países se ha extendido a diferentes áreas.
No pocos
son quienes han quedado muy impresionados con la sandez de las cuotas
para mujeres en relación a los cargos públicos. Constituye una afrenta
para la mujer el acceder al cargo debido a la compulsión que impone una
legislación y no por su mérito.
Hay en esto una horrible discriminación puesto que el aparato estatal se aparta de la igualdad ante la ley y otorga privilegios.
Como es
sabido, discriminar significa diferenciar, optar, elegir, discernir, en
otros términos es un ingrediente inseparable de la acción humana.
Discriminamos cuando elegimos nuestra lectura, a que cine vamos, que
comida engullimos, con quien contraemos nupcias, que amigos incorporamos
etc. No hay acción sin discriminación.
Muy
distinta es la discriminación por parte del Gobierno puesto que, como
queda dicho, eso implica otorgar diferentes derechos a diferentes
personas lo cual es absolutamente incompatible con un sistema
republicano.
Pero hay
otro aspecto aun peor y es que con este sistema discriminatorio en el
peor sentido de la expresión, se contribuye a deteriorar aun más la
calidad de la estructura política. En lugar de ocupar cargos los
mejores, acceden quienes han sido seleccionados merced a la
arbitrariedad de las cuotas.
Esta
situación se extiende a media que se extienden las cuotas también a
otros campos y no solo en el plano del género. Cuando se imponen cuotas
en los ingresos universitarios, por ejemplo, para latinos, negros,
sajones y asiáticos, necesariamente desmejora la calidad educativa de la
institución del caso debido a que se bloquea la entrada de los mejores.
Cuando
con la idea de ofrecer mayores oportunidades a otros en las empresas, se
atropellan derechos de los más eficientes al imponer cuotas, se están
elevando inútilmente los costos y reduciendo la productividad lo cual, a
su turno, se traduce en un derrumbe en el nivel general de vida,
situación que en última instancia perjudica especialmente a los
marginales.
La
posición liberal es la de respetar la igualdad ante la ley y que los
aparatos estatales no discriminen. Es tragicómico: con el pretexto de
que no se discrimine a través de la acción libre de las personas se
implanta a la fuerza la única discriminación a todas luces malsana.
Y digo
posición liberal y no la etiqueta fantasiosa de neoliberal con la que
ningún intelectual se identifica. En este sentido, cierro con una frase
de Mario Vargas Llosa: "Me considero liberal y conozco a muchas personas
que lo son y a otras muchísimas más que no los son. Pero, a lo largo de
una trayectoria que comienza a ser larga, no he conocido todavía a un
solo neo-liberal".
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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