Ninguém manifestou
condolências pela morte de Hitler, em 1945. Já seu epígono, "tão cruel,
tão implacável, tão desumano e devastador quanto seu modelo
austro-alemão", recebe agora homenagens de autoridades
internacionais, inclusive do papa argentino Jorge Bergoglio. É
desalentador ver a cumplicidade das democracias e dos democratas com a
tirania e os tiranos. Artigo de Antonio Sánchez García:
Cuando el 30 de abril
de 1945, a diez días de haber cumplido los 56 años, el mundo se enteró
de la muerte de Adolfo Hitler, nadie osó manifestar sus condolencias.
Por supuesto: Pío XII mantuvo el más solemne silencio. ¿Cómo el papa de
la cristiandad iba a expresar su pesar por la muerte de un asesino
serial, responsable de la mayor conflagración mundial de la historia y
del aberrante holocausto de seis millones de judíos? ¿Cómo iban a
expresar algún signo de dolor quienes tenían perfecta conciencia de que
había sido un tirano, de que impulsado por sus odios y atávicos rencores
había llevado a su pueblo al peor desastre de su historia, empujando a
la humanidad al borde de su abismo? ¿Cómo atribularse por la muerte de
quien era el responsable directo de la muerte de decenas de millones de
seres humanos sacrificados en las hogueras de la guerra más espantosa de
toda nuestra historia?
Digo “nuestra” y me
equivoco. Latinoamérica fue excluida, para su inmensa fortuna, de los
desastres de la guerra. Pero no fue excluida de los efectos devastadores
del ejemplo del caudillo más sanguinario que ha conocido la historia
contemporánea. Sobre dos de ellos provocó afanes tan apocalípticos y
devastadores como los que el caporal austriaco llevara a la práctica:
Juan Domingo Perón y Fidel Castro. Pero fue éste último, financiado y
aupado hacia el Poder por el coronel argentino, quien extrajera de MEIN
KAMPF – Mi Lucha – los más útiles consejos para reiniciar la andadura
terrorífica de Adolfo Hitler, asaltar el Poder en su isla natal,
convertirla en la hacienda de sus iniquidades y atropellos e intentar
durante toda su vida hacer del continente pasto de sus delirios
totalitarios.
¿Por qué razón todos
callaron a la muerte y cremación de los restos del político y guerrero
más destacado de la historia alemana del Siglo XX, mientras que a la
muerte de su epígono – tan cruel, tan implacable, tan inhumano y
devastador como su modelo austro alemán – desde el Sumo Pontífice, el
argentino Jorge Bergoglio, SS Francisco, hasta la presidenta chilena
Michelle Bachelet e incluso el Secretario General de la OEA, un
demócrata intachable y a carta cabal como el uruguayo Luis Almagro –
expresan sus sentidas condolencias por la muerte del principal
responsable de la muerte de miles y miles de cubanos y latinoamericanos
ofrendados en las guerras de guerrillas inspiradas, dirigidas,
organizadas y financiadas bajos su ejemplo y sus órdenes?
Me he negado a seguir
el ominoso obituario del caudillo más siniestro habido en la historia
republicana de América Latina. Ni siquiera comparable al Dr. Francia o
al mismo Fulgencio Batista, que le sirviera el pretexto para que él
asaltara el Poder tras la promesa de democratizar la isla para sumirla
en la miseria, la humillación, la tiranía y la barbarie. ¿Qué rescoldos
de innominadas aspiraciones automutiladoras arden en el fondo de los
corazones de quienes, aún habiendo dado pruebas de su talante
eminentemente democrático, se niegan a reconocer la aviesa naturaleza
del tirano más siniestro de nuestra historia? ¿Qué nos lleva a prohijar
la condena de un tirano fascista de derechas como Adolfo Hitler y a
endiosar a un tirano fascista de izquierdas, como Fidel Castro? Las
diferencias entre uno y otros son de índole estrictamente cuantitativas,
no cualitativas. Su cuñado, el senador Díaz Balart tenía absoluta razón
cuando en 1956 lo calificaba de fascista redomado y presagiaba que se
entregaría a la Unión Soviética sólo porque Hitler estaba muerto y el
fascismo había perdido la partida. Que a ser por él, se entregaría en
cuerpo y alma al ejemplo del genocida alemán. Siguió el de Stalin y el
del materialismo histórico. Una sutil maniobra que le proveyó el arsenal
justificatorio para sus tiránicas ambiciones. Ya lo sabemos_ quien
asesina en nombre del Manifiesto Comunista es doblemente perdonado.
Incluso por los dos papas que hacen vida en el Vaticano.
No me complace una
muerte que llega con medio siglo de atraso. Pero me avergüenza
constatar, una vez más, la miope complicidad de las democracias y los
demócratas con las tiranías y los tiranos, si se dicen de izquierda y
proceden según el fracasado y devastador ejemplo del marxismo leninismo.
(Blog de Montaner).
BLOG ORLANDO TAMBOSI

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